“RICARDO CORAZÓN DE ALGODÓN”
Érase una vez un niño muy
inteligente, pero… que muy inteligente… ¿He dicho ya, que había una vez
un niño que era muy inteligente? Pues eso, ¡qué era muy inteligente!, y
eso le producía un gran problema. Y os preguntaréis cómo puede provocar
un problema ser tan inteligente. Pues ahora mismo lo vais a descubrir.
Resulta que Ricardo -que así
se llamaba ese inteligente niño- hacía todas las actividades de clase
con extraordinaria rapidez; tanto que se aburría con mucha facilidad, ya
que nada de lo que le ponían sus maestros era lo suficientemente
difícil como para que fuera un reto a sus muchos conocimientos. Era un
crac en Mates, asignatura en la que no había número que se le
resistiera; en Lengua ya que leía con una entonación y soltura que
mejoraba a la de su maestro; en Cono pues siempre tenía todas las
respuestas antes de las preguntas… Pero su aburrimiento no era su
problema, era otro muy distinto.
Como es lógico, sus
actividades eran las primeras en estar acabadas, lo cual provocaba
miradas furtivas por encima de su hombro, por la derecha, por la
izquierda y por el frente, intentando siempre robarle las respuestas (ya
que todos sus compañeros daban por supuesto que estarían bien y así se
ahorrarían tener que pensarlas por sí mismos). Pero ese tampoco era su
problema, como tampoco lo era que otros compañeros se fuesen a su casa
para hacer las tareas y así poder copiar lo que él ponía en sus
cuadernos, o incluso había algunos que hasta se atrevían a quitarle su
libreta para llevársela a sus casas y así poder copiar tranquilamente
todo lo que necesitaban.
Era además de muy
inteligente, extraordinariamente generoso, ya que a nadie le negaba
ayuda cuando se la pedían, hasta el extremo de dejarse copiar y no decir
nada para que no castigaran a sus compañeros. Aunque su maestro -que no
tenía ni un pelo de tonto- se imaginaba lo que estaba pasando. Pero
tampoco su generosidad y compañerismo era su problema: su problema
estaba en no comprender por qué a pesar de todo, cuando no lo
necesitaban para resolver los problemas de matemáticas, para hacer el
trabajo en grupo, para explicarles lo que no entendían,… sus compañeros
se olvidaban de él: no le llamaban para salir a jugar a la calle, y
nadie contaba con él para pasárselo bien… Sólo, sólo, se acordaban de él
cuando tenían un problema y Ricardo podía resolverlo con su magnífica
inteligencia. Y tú ¿sabes el por qué del problema?.