Cuento corto: “Giiimmmnasia, giiimmmnasia”
Un
pequeño cuento con alguna enseñanza en valores o cualquier otra
circunstancia de la vida de nuestros centros, a veces adaptado, otras
inventado, y siempre ambientado en la escuela para hacerlo más cercano a
nuestro alumnos.
Al final está disponible la lectura para imprimir, con preguntas y actividades de comprensión lectora.
Con
este cuento los niños de todo el mundo sabrán porqué cuando el maestro
de educación física entra por la puerta de la clase, todos se levantan y
gritan al unísono…
“GIIIMMMNASIA, GIIIMMMNASIA”
Esta historia ocurrió hace
muchísimo tiempo, en un colegio muy raro, de un pueblecito muy extraño,
en un país insólito, que tenía unos niños que eran los más sorprendentes
del mundo. Su rareza, extrañeza, extravagancia y sorpresa estaba en que
a ellos… no les gustaba la gimnasia. En ningún otro sitio del planeta
pasaba esto, salvo allí.
El maestro de gimnasia, se pasaba
todo el tiempo intentando averiguar por qué cuando llegaba la hora de su
clase, los niños no querían salir a las pistas de deporte y ponían mil y
una excusas para no participar: “que si me duele la muela, que me
mareo, que se me han olvidado las zapatillas de deporte y vengo con
zapatos de charol…” El maestro inventaba nuevos juegos, buscaba el
material más divertido, pero nada de eso les hacía cambiar de actitud.
Su esposa -que era la maestra de música del colegio- tampoco pudo ayudar
a su marido a encontrar la solución. ¡Y eso que la clase de música era
la más deseada y divertida de todas, donde aprendían a tocar un
instrumento y preparaban las canciones de todas las festividades del
colegio!.
Tan sólo había un niño en todo el
colegio -llamado Manolito- que sí disfrutaba con la gimnasia.
Curiosamente era el hijo del maestro de gimnasia y la maestra de música.
Pero tampoco sabía explicarle a sus padres por qué a él sí le gustaba
la gimnasia y al resto no.
Así pasaron los años y los años.
Manolito creció y también se hizo maestro de gimnasia. Pero al igual que
a su padre, cuando fue a clase, los niños seguían sin que les gustase.
Sus clases de gimnasia estaban tan bien preparadas y eran tan
divertidas, que en cualquier otro colegio de otro país -no tan raro-
harían que los niños se volvieran locos jugando y volvieran empapados al
aula. Hasta que un día, el maestro entró en clase cantando las
canciones que su madre le había enseñado en el colegio. En ese momento,
los críos se pusieron a cantar y bailar con él, y sin darse cuenta
fueron saliendo uno detrás de otro, bailando, hasta las pistas
deportivas; en las que, al ritmo de la música, jugaron hasta que sus
cuerpos no pudieron más.
Desde entonces, cuando el maestro
entra en clase, todos se ponen a cantar, a mover sus caderas y vitorear
¡GIIIMMMNASIA!, ¡GIIIMMMNASIA! Y a pesar de que hace muchísimo tiempo,
un señor muy serio, enchaquetado, con un traje gris, sentado dentro de
un despacho con una ventanita muy pequeña y con muchos papeles sobre su
mesa, decidiera cambiarle el nombre para llamarla “Educación Física”; tú
-al igual que todos los niños- sin saber por qué, cantáis, movéis las
caderas y vitoreáis ¡GIIIMMMNASIA!, ¡GIIIMMMNASIA!…
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