Animación a la
lectura.
LECTURAS
ABSURDAS.
“LA FAMILIA PICAMÁRMOL”
Mi familia Picamármol vive en la Edad de Piedra,
somos cinco miembros, pero cuando mis padres llegaron a la cueva
donde vivimos, se encontraron a un señor que estaba allí pintando
en las paredes. Dijo llamarse “Pintapiedras” y ahora mis
hermanos y yo le llamamos tito Pinta, porque a mamá le gustó mucho
cómo le estaban quedando las paredes y decidió adoptarlo.
Hace unos días, tito
Pinta, nos dijo que se iría de viaje para conocer cómo pintaban en
Nueva York y así aprender nuevas técnicas. De manera que un buen
día puso el despertador, nos dio un besito, mientras dormíamos y
se fue en autobús para América.
Mi padre es una persona importante en la tribu, ya
que – él mismo- se nombró alcalde, porque decía que tenía la
cachiporra más grande de todos y que, al que se atreviera a ir en
su contra, se la daría a probar en la cocorota. Así que todos
pensaron que con esas razones era el mejor candidato para el puesto.
Pero aunque parezca muy bruto, es una persona muy
buena, educada y limpia. Por las noches no deja que nos acostemos
sin lavarnos los dientes con el cepillo del pelo, y no nos deja
saltar en la cama, pues dice que los muelles del colchón no
resisten nuestras piruetas.
Cuando no vamos de caza, ha inventado un juego con
la cachiporra que le ha puesto de nombre “A que te arreo”. Él
nos lanza una piedra y mi hermano y yo tenemos que intentar que no
nos descalabre, dándole fuerte con las mazas. Una vez organizamos
un partido con toda la gente de la tribu y, aunque la mayoría no
quería participar porque decían que era a la hora de su programa
favorito en la televisión; mi padre decidió animarlos y fue una a
una a sus cuevas y les enseñó lo brillante y limpia que tenía su
cachiporra.
Al final hubo tanta gente que quería jugar, que
muchos tuvieron que hacer de espectadores y aplaudir las grandes
jugadas que hacía mi padre. En una de ellas, lanzó la piedra tan
alto que le dio a un pajarraco que volaba por encima de nuestras
cabezas. Aquella noche mi madre lo preparó al microondas y no
tuvimos que salir de caza para preparar la cena.
Fue una tarde tan estupenda y divertida que las
tribus vecinas decidieron crear un campeonato; pero, en lugar de
lanzarnos las piedras unos a otros, el juego consistiría en
derribar el mayor número posible de pajarracos. Al juego lo
llamaron “Tiro de Pichón” porque Pichón -un vecino de la tribu
del al lado- era el que mejor puntería demostró tener.
A mi tito Pinta, que lo queremos como si fuese de
la familia, se lo contamos todo por carta y nos envió un correo
electrónico pidiendo la receta del pajarraco que preparó mi madre
y, de paso, nos contó que les comentó a unos amigos americanos el
juego de lanzase piedras unos a otros y que les ha gustado tanto que
lo han convertido en un juego al que llaman “Beispiedra”.
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