jueves, 20 de marzo de 2014

ANIMACIÓN A LA LECTURA. LECTURAS ABSURDAS, ADIVIANZAS Y OTRAS LECTURAS.



Animación a la lectura.


LECTURAS ABSURDAS.

“LA FAMILIA PICAMÁRMOL”

Mi familia Picamármol vive en la Edad de Piedra, somos cinco miembros, pero cuando mis padres llegaron a la cueva donde vivimos, se encontraron a un señor que estaba allí pintando en las paredes. Dijo llamarse “Pintapiedras” y ahora mis hermanos y yo le llamamos tito Pinta, porque a mamá le gustó mucho cómo le estaban quedando las paredes y decidió adoptarlo.
Hace unos días, tito Pinta, nos dijo que se iría de viaje para conocer cómo pintaban en Nueva York y así aprender nuevas técnicas. De manera que un buen día puso el despertador, nos dio un besito, mientras dormíamos y se fue en autobús para América.
Mi padre es una persona importante en la tribu, ya que – él mismo- se nombró alcalde, porque decía que tenía la cachiporra más grande de todos y que, al que se atreviera a ir en su contra, se la daría a probar en la cocorota. Así que todos pensaron que con esas razones era el mejor candidato para el puesto.
Pero aunque parezca muy bruto, es una persona muy buena, educada y limpia. Por las noches no deja que nos acostemos sin lavarnos los dientes con el cepillo del pelo, y no nos deja saltar en la cama, pues dice que los muelles del colchón no resisten nuestras piruetas.
Cuando no vamos de caza, ha inventado un juego con la cachiporra que le ha puesto de nombre “A que te arreo”. Él nos lanza una piedra y mi hermano y yo tenemos que intentar que no nos descalabre, dándole fuerte con las mazas. Una vez organizamos un partido con toda la gente de la tribu y, aunque la mayoría no quería participar porque decían que era a la hora de su programa favorito en la televisión; mi padre decidió animarlos y fue una a una a sus cuevas y les enseñó lo brillante y limpia que tenía su cachiporra.
Al final hubo tanta gente que quería jugar, que muchos tuvieron que hacer de espectadores y aplaudir las grandes jugadas que hacía mi padre. En una de ellas, lanzó la piedra tan alto que le dio a un pajarraco que volaba por encima de nuestras cabezas. Aquella noche mi madre lo preparó al microondas y no tuvimos que salir de caza para preparar la cena.
Fue una tarde tan estupenda y divertida que las tribus vecinas decidieron crear un campeonato; pero, en lugar de lanzarnos las piedras unos a otros, el juego consistiría en derribar el mayor número posible de pajarracos. Al juego lo llamaron “Tiro de Pichón” porque Pichón -un vecino de la tribu del al lado- era el que mejor puntería demostró tener.
A mi tito Pinta, que lo queremos como si fuese de la familia, se lo contamos todo por carta y nos envió un correo electrónico pidiendo la receta del pajarraco que preparó mi madre y, de paso, nos contó que les comentó a unos amigos americanos el juego de lanzase piedras unos a otros y que les ha gustado tanto que lo han convertido en un juego al que llaman “Beispiedra”.




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