Menos mal que Manu siempre llevaba sus rotuladores, y dibujó una puerta egipcia en la roca sin torcerse.
-¿Queda bien?
-¡Has hecho una verdadera egiptificación!- le aseguraron.
El pájaro-espíritu tocó la puerta con su argolla de oro.
Al instante, la puerta se abrió de par en par...
Y la panda salió de la pirámide.
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