Aquel huésped era realmente extraño. Tenía la costumbre de entonar una absurda canción cada vez que se cruzaba con María. Estrafalario en su forma de vestir, no hacía más que llamar la atención con sus peculiares modales y su forma de hablar.
El resto de los habitantes de la pensión pedían insistentemente a doña Asunción que le invitara a buscar otro sitio donde alojarse, pero el ama no podría cumplir con ese deseo. Aunque nadie lo sabía, el extravagante huésped era nada menos que su propio hijo.
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